II La chingada extrañación

Lo que más inquieta de la creación poética mexicana actual es el origen de la voz creadora, su historia, sus quehaceres cotidianos, sus compromisos académicos, sociales, políticos; sobre todo, la manera en la que la palabra nueva se hace de la palabra previa para manifestar la relación de su hechura con el mundo. En el diálogo interior de la creación poética se percibe, en el caso de Alina y de Illanes, un fuerte compromiso con el país en el que han decidido vivir. ¿México los ha abrigado a ellos o es que ellos han decidido proporcionar una visión poética sobre las muchas deudas que, bien sabemos, este país aún tiene con respecto a las letras?

En palabras de Illanes y de Dadaeva existe una larga serie de problemas en torno a este ejercicio subjetivo de creación discursiva. Difusión, habilidad de interpretación, necedad académica en oposición a la sensibilidad vivencial; prejuicios poéticos y movimientos emergentes —lírica callejera e indígena— son tan sólo una pequeña muestra de situaciones cotidianas que enfrentan en su ejercicio de creación y difusión, pero también en ambientes de lectura y estudio especializados como en el caso de Alina, quien además dedica parte de su tiempo a impartir cátedra. 

De Alina no disfrutamos aún de poesía original difundida en castellano, aunque si en ruso. En su voz poética, con la salvedad de lo que se pierde en su versión predomina el tránsito racional del alma desde Uzbekistán hacia México.

FORMULA DE AMOR

La única diferencia entre “tú” y “ellos”
es que cada una de tus palabras
se convierte en mi archetipo privado,
en vez de convertirse en un archaeopteryx.

Escucha los gritos de las palabras fallecidas,
de sus fantasmas pálidas
en una oscura habitación, 
con las fisuras en las ventanas clausuradas.

No oirás nada.

Incorpóreos, ellos vagan a lo largo de las paredes,
tocando uno al otro
sin tocar uno al otro.
Desasosegados desde la creación del mundo.

Entre ellos no hay tus palabras. 

Las tuyos crecen dentro de mí, como un tumor,
como la hidra:
соrtas uno y crecen ocho.
Diez,
si seguimos 
el formato universal de la realidad binaria,
donde cero 
es la única 
posible
representación digital
de la eternidad.

(0 = ∞)

Pero cualquier vertical (significada por el Uno)
es una ilusión, un engaño y autoengaño,
una esperanza de la existencia de aquel que no existe
(igual que tú).

(1=0)

En consecuencia:
8 = 10 = 1∞ = 0∞ = 00 = 8

Aquí está tu azúcar.

También se ha dado a la labor de trasladar al ruso algunas composiciones en lengua náhuatl, de la misma manera que intenta parafrasear al castellano algunas coplas tradicionales rusas. En ella, curiosamente, se manifiesta el gusto por la comprensión poética en diferentes dimensiones. ‘Ahora voy a leer…’ comenta, en tanto que su procedimiento de lectura recuerda que la poesía se escribe para ser vehículo de comunicación con la memoria y, consecuentemente, para pronunciarse dulce, fuerte o delicadamente según el contenido que se quiere transmitir.

La sal es la mujer desmigajada,
miles 
de millones 
de mujeres 
desmigajadas,
dispuestas a desaparecer 
en nombre de la memoria.
Como el tiempo mismo.

No llores, ya no les duele.

O llora, porque el engendrado por la sal
a lágrimas está condenado.

Gota por gota, vierte el mar,
que llevas en tus ojos 
(cuando salimos de sus aguas,
sus aguas entraron en nosotros).
No creas que el cielo creó al hombre,
y el mar, a la mujer.
La mujer es sólo el mecanismo
para la transición de estados de la sal,
ya que cada fluidez
aspira obtener su forma propia.

Derrama tu pequeño mar,
acuéstate en la arena,
observa la inminencia del horizonte,
chupa los ostiones,
échales mucha sal.

Come el cuerpo de tu madre,
como tu hija comerá el tuyo,

si miras atrás.

Cuando mires atrás.

Su compromiso con la literatura también se desarrolla por medio de la transmisión de ideas críticas que imparte en talleres a los que convoca el Centro Vladi, del mismo modo que participando constantemente en lecturas en voz alta presentadas frente públicos cautivos en pequeños cafés, casas o centros culturales en los que también se congregan personas conocidas en el ambiente literario tanto por su labor crítica como por su sensibilidad creadora.

Illanes, por su parte, ha deambulado por los barrios de la Ciudad de México imprimiendo en sus composiciones los detalles de una voz poética para la que la cruz del sur resulta distante. 

[…]

No vas a declinar tu nombre, 

sino a cargar tu invisibilidad 

como una caja pesada. Tu jerga 

de chileno se entrampa en la red 

de traidores vocablos, de Judas 

de yeso que disciplinadas urracas 

pasean por las calles: explosiones 

de petardos, la gloria del Altísimo.

La identidad y la naturaleza del ser se abren paso en la reafirmación y la aceptación de lo cotidiano 

[…]

Eres el que entiende todo a medias 

o malinterpreta los gestos, las frases. 

Eres el que aún no deja de asombrarse 

de ver a los muchachos enterrar 

su cabeza y brazos sobre una sábana 

de vidrios molidos para ganar 

unos cuantos pesos mientras el rugido 

del metro en movimiento despedaza 

su frágil discurso. Eres el que no 

va a declinar su nombre o su patria 

aunque la cabeza se le hundiera 

junto con la tierra en el infierno, 

absorto en el cruce de caminos. Fragmentos de “Carta de residencia”

En su creación se hace presente la integración de imágenes ásperas y un tono conversacional cuya invitación a reflexionar sobre el tiempo y sus acompañantes seduce los sentidos del lector

Construir una épica acerca

de las ruinas de una fábrica

es tentación para este poema

que despliega su insidia desde la nada:

pero no son más que muros caídos,

maleza, herrumbre multiplicada

lo que se apropia del yambo,

declinación sin majestad,

vejez mancillada como la del anciano

que ha perdido su dentadura y babea

respuestas que nadie comprende en la mesa.

Así el fruto de la arquitectura,

nuestras grandes obras, semilla de cascajo.

También el temblor que somos,

apenas vestigio que el arqueólogo

de los siglos venideros intentará

rescatar bajo fragmentos de escaleras,

reminiscencias de habitaciones

de antiguas y saqueadas necrópolis.

No será una hecatombe la que nos guiará

hacia ese polvo. Ningún Apocalipsis

anunciado en las escrituras. Pues es el Tiempo,

el del pedernal afilado, ese de la silenciosa polilla,

el Tiempo que no comprende de yambos

ni suspira por ruinas quien infiltra sus termitas

en la materia de las grandes obras, en el jadeo

mismo de nuestra respiración que se refugia

en el pecho como un frágil polluelo.

El Tiempo –no sé si usar mayúscula o

una discreta cursiva para invocarlo-

y el ímpetu de Aniquilación, de infatigable

desastre que comanda ese levantar y caerse

de condominios, inmensos estacionamientos

/ diseminados por la ciudad.

El poema despliega aquí su insidia

desde la nada, pero no eleva plegarias

hacia el canto o la épica porque trata

sólo de muros caídos, del acre aroma

de la orina que como el incienso

viene a colmar el descampado,

de periódicos arrugados y ropa vieja

sobre la que esquizofrénicos y adolescentes

dormitan durante la noche, del sánscrito

indescifrable de los graffitis que sube

por las paredes como una fantástica

/ enredadera.

De una declinación sin majestad.

Esta ola de hombres y de cosas

que la resaca de la Historia azota

contra las rocas, mezcla con la arena

de nuestros sueños, dispersa al fin

con el sargazo y la espuma. Restos

que algún explorador, un robot

o un alienígena desenterrarán de la ceniza

y la arcada alguna lejana mañana.

Porque día ha de venir –de cierto, de cierto os digo…-

en que nada sino el pasmo o el desconcierto

agrietarán el rostro de quien tropiece

con las pirámides de cráneos y huesos

astillados que se esconden bajo los cimientos

de los edificios de esta ciudad trepidante.

Un perturbador mensaje surgido desde lo profundo

como aquellos tzompantlis de la vieja Tenochtitlán,

estrechas plataformas donde las cabezas

de los enemigos muertos contemplaban

con ojos opacos el ascenso de un poder

irresistible, su gloria de imperio próximo

/ al eclipse.

Y cada cráneo de esa tenebrosa empalizada

era como el verso de una larga epopeya,

la exaltación misma desplegada en un poema

vuelto hacia la nada, vuelto hacia la nada,

/ vuelto hacia la completa nada.

“Tzompantlí”

Illanes, además de dedicarse a la creación de tiempo completo, colabora con una editorial cartonera, revisando el rescate de poetas mexicanos infrarealistas, por lo que la creación se vuelve, entonces, un pretexto de comunicación con el propio devenir, con el pasado que se arrastra y que se encuentra frente a una alternativa para mantener de pie la experiencia del ser.

Para ambos poetas las redes de acceso y consumo de producción poética se vuelven densas, cerradas debido a la capacidad receptiva de los lectores o la hiper abundancia de lectores especializados. Dadaeva e Illanes proponen otros itinerarios en cuanto a la capacidad creación poética e interpretación lectora, los cuales han sido poco explorados. Se trata de los contextos no académicos, ni propiamente literarios, los cuales, fuera de limitar la difusión y consumo del discurso lírico, lo esparcen a lugares insospechados de la urbe. Ejemplo de ello son los las pulquerías o calderías de la ciudad, en las cuales se halla público no especializado en los términos clásicamente esperados por la academia. Se apela a la sensibilidad, al abandono de los prejuicios poéticos; se apela a la recuperación de las formas canónicas, a la musicalidad y a la revitalización de la poesía tradicional; se apela, pues, convergen ambos, en salir a la calle para que la sensibilidad vivencial de cuenta de fenómenos originales y de raíces ancestrales.

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