Una síntesis del mito griego que no pierde los aspectos principales de una tragedia sólidamente estructurada durante su representación resulta La Orestíada de Robert Ike, cuya versión del texto en español estuvo a cargo de Pilar Ixquic Mata. La representación realizada de acuerdo la dirección de Lorena Maza es un afortunado juego temporal plateado desde la perspectiva de Orestes, a quien la tradición ha condenado como chivo expiatorio a padecer una y otra vez en el escenario el juicio por matricidio.
La universalidad del mito, planteada por Esquilo en las tres composiciones de las cuales es autor, es un reto para su puesta en acto por cuanto requiere una imaginación teatral que mantenga al espectador atento durante tres horas de representación. La disposición espectacular, uno de los primeros logros para conseguirlo, representará a la vista el conflicto público y privado, de tono jurídico y psicológico, al que se enfrenta Orestes tratando de recordar su historia, de comprenderla, de aceptarla o rechazarla mientras en el transcurrir de la acción van quedando pruebas que al final el espectador tendrá que armar para decidir si el personaje es culpable o inocente.
En estos términos, la obra se desarrolla a un ritmo que va adquiriendo mayor tensión según se van acumulando en la memoria de Orestes —Cristian Magaloni—, por medio de cuadros estilizados en tres actos, los actores y los hechos que lo han llevado a perder el equilibrio de su existencia. La serie de asesinatos familiares: el de su hermana Ifigenia y el de su padre, Agamenón —José Carlos Rodríguez— son los emotivos principios por los cuales el personaje es dirigido moralmente a una crisis, durante la que apela a la necesidad de reconstruir los márgenes que acotan la toma de decisiones de los seres humanos.
La fuerza en la propuesta escénica se acumula emotivamente por el dinamismo con el que los actores ocupan los horizontes del espacio escénico que va de la sala donde Orestes es interrogado al salón principal del palacio de Agamenón. Este movimiento va dibujando a los ojos del espectador distintos aspectos del entramado de las pruebas con las que se condenan los hechos de los seres humanos. El emblema de las águilas devorando a la liebre con el que se reviste la búsqueda de la verdad desde el inicio de la obra; la descomposición del núcleo familiar, la anulación del otro y la obligación del ser social ante los conceptos con los que se le ha catalogado en la historia de la humanidad; la dialéctica entre el amor y la muerte; el vacío espiritual, el encuentro con el ser mismo; la imposibilidad de ser libre. Todo ello transmitido por medio de un tono enérgico que invita al espectador a cohabitar, con los personajes, los espacios culturales que se derrumban bajo el juicio de “la causa de la causa es causa de lo causado”.
Aunque el espectador pueda notar algunos mecanismos -sonoros y visuales- ya ensayados, la dirección de Lorena Maza redimensiona elementos de la representación con mayor intensidad en los momentos en los que el diálogo no alcanza a vaciar los significados de la palabra. Así, esta Orestíada se coloca como una obra necesaria si se considera por contraste con otras adaptaciones de textos clásicos que circulan por los escenarios de la ciudad.
Cía. Magnífico Entertaiment y 19 Teatro
Hasta el 14 de julio
Teatro El Galeón
Ju, Vi, Sa, Do 18 hrs
Duración: 180 min.
15 años en adelante
$150, descuentos en taquilla
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