Esperemos que esta primera temporada sólo sea el comienzo de un largo viaje; el artístico y sensible montaje merece llegar a muchos espectadores, y nosotros nos merecemos un teatro que vibre en tan alta frecuencia (52 hercios).

“Una obra que se sale de lo común.” “Me quedé en-maravillada por la historia.” Fueron dos de los comentarios que se escucharon tras ver Perder todo, menos la soledad de la pluma de Valeria Fabbri, quien se ha dado a conocer como dramaturga con Hoy se murió mi tortuga. También en esta ficción la presencia y ausencia de animales es importante: Florentino (Miguel Flores) cuando era joven tenía una pequeña y amada lagartija. Hoy tiene 81 años y a pesar de ser “un viejo” logra conectar con Macarena, una joven muchacha kinestésica (Valeria Fabbri). La puesta en escena dirigida por Cecilia Ramírez Romo está llena de paradojas: los dos personajes están (física- y mentalmente) cerca y a la vez alejados; al parecer, están solos y a la vez acompañados. El cuerpo de la joven se duplica (Paulina Méndez) para dar la impresión de que está en todos lados y en ninguno.

Valeria Fabbri, en personaje de Macarena, abre la obra con un largo monólogo: dinámico, ágil y al mismo tiempo confuso e insólito, como si se tratara de otro mundo y de otra época. ¿Presente, futuro? En el fondo, unas persianas se abren y cierran, dejan a la vista sólo una parte del cuerpo para dividirlo en dos. Los movimientos corporales y las coreografías agrandan el efecto de extrañamiento. Macarena nos bombardea con expresiones coloquiales y malsonantes. El oído cuestiona si son necesarias. Pero pronto nos damos cuenta de que cada vocablo está totalmente medido, forma parte de una composición superior y es deseada para contrastar con el otro: el viejo, el elocuente. Se trata, pues, de un choque de dos mundos lingüísticos, del encuentro entre dos o incluso tres generaciones. Hay una singular poesía en la obra que se sitúa entre lo visual y lo auditivo.

Macarena perdió la vista y está asustada. Por medio de la telepatía se comunica con Florentino. A veces usan el teléfono; y es así que se escuchan o son escuchados (quizás por primera vez); comparten y expanden de este modo su soledad. No se sabe lo que le pasa al personaje y en qué nivel se encuentra. Esta incertidumbre provoca suspenso entre los espectadores quienes se encariñan fácilmente con los dos protagonistas, sintiendo ternura por su relación. La autora cuenta que escribió la obra al inicio pensando en dos mujeres, pero pronto le vino a la cabeza trabajar con Miguel Flores y a partir de ese momento siguió componiendo el personaje para él. De hecho, cuando el maestro conoció el texto se conmovió y fue el primero en sumarse al proyecto.

Desde el cartel se anuncia el juego metafórico de una ballena de 52 hercios, la cual es llamada también la ballena más triste del mundo. Sin embargo, la autora cuestiona: ¿Por qué la soledad ha de ser forzosamente triste? Fue hasta después que encontró esa potente metáfora lo que le ayudó a dar unidad a su complejo relato escénico. La escenografía, realizada por Fernanda García y Sergio López Vigueras, merece una mención especial. La profundidad del escenario del Teatro La Capilla, lejos de ser una desventaja se aprovechó al máximo para sumergir al espectador y jalarlo a hacia su vientre.

Se evoca el interior de una ballena gigante que bien podría ser al mismo tiempo una parada del metro. Esa fue una de las ideas de la directora Cecilia Ramírez Romo la cual logró con excelencia hacer lucir e integrar todos los elementos escénicos como la escenografía y el diseño sonoro (Xico Reyes), creando de este modo una sinestesia teatral, una fiesta para los sentidos.   

El “amarillo” es el color que más le duele. Macarena no comprende por qué siente estas punzadas entre las costillas. Grita. Se bloquea… Es hasta el final que la historia aterriza en un plan más realista o mundano. Lo admirable de la dramaturgia de Fabbri es cómo se adentró en esta ficción con todo el cuerpo y con todos los sentidos al prescindir de uno de ellos: la vista. Es gracias a su imparable imaginación que se nos haya abierto un mar de sensaciones y fabulaciones.

A la pregunta qué se siente interpretar el propio personaje Fabbri contestó: “Disfruto mucho actuar. Es un personaje que todavía no entiendo del todo, quizás al final de la temporada llegue a comprenderlo mejor.” Esperemos que esta primera temporada sólo sea el comienzo de un largo viaje; el artístico y sensible montaje merece llegar a muchos espectadores, y nosotros nos merecemos un teatro que vibre en tan alta frecuencia (52 hercios).


“Perder todo, menos la soledad”. Dramaturgia: Valeria Fabbri. Dirección: Cecilia Ramírez Romo Elenco: Miguel Flores, Paulina Méndez y Valeria Fabbri. Función apta para adolescentes y adultos. Teatro La Capilla, co-producción, 2019.

Del 25 de febrero al 29 de abril. Lunes, 20:00 hrs. Entrada general: $200

FOTOS: Estudio Alós & Ponce

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