“Rodrigo dice que el papel en la panza es muy peligroso,
que te puedes enfermar de las tripas.”

Quien piense que el mundo de los niños es sencillo ha olvidado su propio ser en constante proceso de aprendizaje y comprensión de la realidad. Lo que es más, ha olvidado sus propias experiencias de la infancia. Por fortuna, el adulto puede jugar a ser niño y, aunque el resultado del juego no sea del todo satisfactorio, se asoma algo divertido en aquello que no era fácil y que a la distancia intenta salvar la memoria. Pero los niños no juegan a ser niños. En su caso, la vida diaria se presenta igual de seria con el agregado de que la imaginación se desborda para enfrentarla y muchas veces está acompañada de intensas emociones. Ambas, imaginación y emociones intervienen en la manera en la que se resuelve la existencia con más o menos fortuna durante la infancia.   

El teatro comparte con la infancia, además de lo anterior, una inteligencia ritual reveladora; una ventana desde la que se puede observar y cuestionar el ser en existencia plena. La mayoría de las veces, conviene decir, logra colocar al espectador en el centro del propósito comunicativo de la obra que se observa. El niño que se comió la servilleta de su sándwich, escrita y dirigida por Ricardo Rodríguez, recupera con intensidad el hecho de ser niño y de jugar a ser niño a la vez que cautiva la mirada de los espectadores; recuerda a cada instante la importancia de estimular asertivamente el desarrollo de las emociones para enfrentar la vida.

Teté Espinoza, Laura Baneco y Joshua Okamoto Foto: AvE

La pieza, cuyas representaciones se realizan en el teatro Orientación del Centro Cultural del Bosque del 4 de junio al 10 de julio, destaca por el tratamiento onírico de la infancia y sorprende por dos motivos. El delicado dispositivo visual de Sergio López Vigueras y la maravillosa y lúdica observación que de los avatares de la niñez realizan Laura Baneco, Teté Espinoza, Daniel Ortíz y Joshua Okamoto para darle vida a cuatro voces -Rodrigo, Lilí, Flor y Anselmo- que revelan sus deseos, miedos, fantasías y constantes preocupaciones.

La fábula es bien sencilla: Rodrigo pasa sus largos días en pequeños asuntos que vuelven su existencia escolar poco más que tormentosa. Es el niño nuevo en la escuela y tiene problemas para adaptarse; hacer amigos y nuevas relaciones, descubrir sus virtudes y aceptar sus debilidades entretienen sus pensamientos. Diseña un plan perfecto para evitar lo difícil que resulta ir a la escuela y continuar sacando malas calificaciones; sin embargo, algo se sale de control, pues primero debe enfrentar a su peor enemigo, “el malvado doctor no” -Anselmo-; y luego a “la niña que le gusta” -Lilí-.

En torno a ello se van entrelazando acciones y temas del desarrollo infantil que destacan el aspecto heroico del crecimiento de todo ser humano; preguntas existenciales que arrebatan algo más que una sonrisa provocada por la cuidada interpretación de los discursos que se interrumpen mientras cada niño y niña hace urgente la necesidad de expresar su identidad, inquietudes y anhelos. De igual manera sobresalen las relaciones familiares y de amistad; pero, sobre todo, la importancia que tiene poner el dedo en la llaga de la inteligencia emocional.

Así, la propuesta de Rodríguez coloca a la vista de los niños y adultos una aventura que sobre sale por el dinamismo y emotividad discursiva. En ella, un pequeño héroe debe tomar decisiones de las cuales depende su existencia y éstas probablemente repercutan en su futuro. Sin embargo, hay que abrir bien los oídos. Detrás de lo simple, El niño que se comió la servilleta de su sándwich cuestiona los actos de los adultos.

AvE

Sab y Dom: 12:30 hrs
Costo: $80
Edades: 7 +

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