Pollo en mermelada: (ingredientes)
Un pollito tierno, trece añitos, máximo…
Un dolor que desgarra el vientre…
Un rojo que mancha la falda escolar…
Un puñado de risas de niñas de la escuela…
1 kg de vergüenza de la que te colorea el rostro…
Una maestra que dice estoy harta de tantas señoritas…
Una mamá que te recibe con una buena bofetada por llegar con la ropa sucia.

Talia Yael, Pollito

Micaela Gramajo se laurea dirigiendo un poderoso y hermoso texto con el que Talía Yael obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia Joven Gerardo Mancebo del Castillo en 2019. La puesta en escena de Pollito, que se lleva a cabo en la Sala Héctor Mendoza y que ejecuta enérgicamente la Compañía Nacional de Teatro, sobresale por su virtuosismo. En ella se conjuntan la riqueza textual impresa por su autora; la mirada propositiva de la directora; y un dispositivo espectacular cuya estética es reveladora; todo en una crítica a las costumbres y tradiciones familiares patriarcales que se desmoronan.

La fábula no tiene moraleja porque… El trayecto de la infancia a la juventud es un bombardeo de estímulos. Todo ser humano debe, luego de hacerlos propios, transformarlos en una respuesta que se manifieste en la interpretación y construcción tanto de realidad como de la propia identidad. En este proceso, el intelecto, las emociones y las funciones orgánicas son un cumulo de aspectos cotidianamente hechos a un lado. En consecuencia, prevalece el avasallante ritmo con el que la vida se presenta ante nuestros ojos; sin embargo, si se mira con atención, se puede reconocer que se hereda un sistema conductual y de relaciones difícilmente cuestionables.

Foto: Pili Pala

Gramajo, en complicidad con el texto de Talia y la Cía de la CNT1 no se cruzan de brazos ante esos asuntos. La estructura de su propuesta se compone de cuadros que entrelazan el desarrollo de Pollito y la injerencia del entorno familiar en la conformación de su identidad. Todo comienza cuando la pequeña asiste, a hurtadillas, a un acto de comunión entre sus padres. La directora apuesta, entonces, por anulación toda la belleza acartonada del hecho erótico; decide dirigir su mirada, con toda fuerza, hacia la creación poética de una realidad múltiple y comienza a hacer explícitos necesarios cuestionamientos al asunto del crecimiento infantil y su acompañamiento.

Una vez planteada la situación, para seguir el desarrollo, hay que estar bien dispuestos a dejar que el suelo que se pisa comience a desmoronarse en varios niveles.  Los personajes, poco a poco, revelan su existencia, espacios y relaciones familiares en los que se manifiesta la idiosincrasia poco amable donde gestaron sus deseos y expectativas de interacción. Expuestos de manera muy íntima, muestran la poca funcionalidad del entorno en el que la pequeña Pollito experimenta la vida y crea su identidad.

Pero no se trata sólo abrir los ojos al espectador sobre los cuidados a la infancia. Se requiere contemplar a detalle los actos de los adultos; de advertir que la vigilancia se vuelve violenta cuando deriva en la total manipulación del entorno para crear es espacios simbólicos corruptos. Aquí hay que hilar fino. Este aspecto contextualiza todo el contenido de la propuesta dramática de la directora y de los integrantes de la CNT, puesto que en ello radica su activismo. A la vez que se deconstruye el ser femenino desde su gestación y sus primero estímulos, se abona la crítica a la sociedad patriarcal. Ese derecho que se proporciona a los varones de hacer y poseer; de violentar y controlar los núcleos familiares; de desentenderse o atenderlos a voluntad degradándolos, minando con ello la misma relación entre mujeres y propiciando relaciones de sumisión.

Al respecto, conviene destacar que el cosmos temático al que dan vida los actores, tanto se integra a las propuestas de teatro en esta línea, como sobrepasa su interés por colocar a las mujeres en el contexto exacto de lucha feminista (algunas de ellas comentadas en otras ocasiones). Para Micaela Gramajo y el elenco, no se trata únicamente de alzar la voz para visibilizar asuntos relacionados con la familia, la sexualidad, las relaciones filiales y de desarrollo personal. Su mérito radica en representar de manera franca una visión poética activista. De manera cruda y enérgica; lúdica y cariñosa; amorosa y erótica; encantadora y preventiva, colocan sus horizontes más allá de la fábula, exigiendo una mirada activa del publico en torno a la necesidad de reconstruir los espacios de interacción social, así como sobre el hecho de ser mujer en sociedades cuyas costumbres y tradiciones contribuyen la descomposición de dichos espacios.

Finalmente, vale decir que en conjunto con iluminación, acompañamiento musical y disposición escénica se construye un dialogo entre oposiciones.2 Lo erótico y sensual se vuelve violento y frustrante; la verdad amorosa deviene desengaño y despecho;  la imposición familiar y sistema patriarcal, continuación de las formas. Y es que no hay moraleja, como he dicho líneas arriba, porque la construcción de mitos y fábulas edulcoradas para responder a la realidad sigue vigente. Sin embargo, hay que subirse a la propuesta de Micaela Gramajo, con todos sus estímulos, y mirar, al final, con la destrucción del especio escenográfico, la explícita necesidad de desmoronar la realidad que se habita para levantar otras nuevas y más amables formas de creación de identidades individuales y familiares, así como de respeto.

  1. El elenco de la Compañía Nacional de Teatro que da vida a la propuesta de Gramajo está integrado por Ana Karen Peraza, Gabriela Núñez, Nara Pech, Dulce Mariel; Miguel Ángel López, Judith Inda, Armando Comonfort; Carlos Matus (Músico).
  2. Natalia Sedano (escenografía, iluminación, utilería y vestuario; Ale Quezada (asistente de iluminación).

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