El montaje abre con una canción, un pastel y una velita. Es el cumpleaños de Emma cuyo mayor deseo es encontrar la luna y volver a hablar con su padre. Para ello emprende un viaje con su mejor amiga Eréndira. Su nave aterriza en un desierto y a partir de ahí su aventura continúa a pie. Pronto les falta agua y, quizás aún más vital, les falta la esperanza de seguir buscando. Pero como ninguna de las dos quiere ser la gallina, la misión debe seguir…

“¿Por qué la gallina cruzó el camino?” partió de una premisa inusual: ¿qué pasaría si las actrices no se pudieran mover, si toda la acción dramática ocurriera en dos sillas? ¿Qué posibilidades tendrían las actrices si pudieran moverse únicamente de la cintura para arriba? El dramaturgo y director Ray Nolasco tuvo la hipótesis que la imaginación debiera suceder en gran parte en la cabeza y en el corazón. El creer y crear las imágenes son parte de la imaginación y esa no tiene que ver con la movilidad física. El reto plantado se cumplió e incluso superó las expectativas: el resultado de la puesta en escena es expresivo y sorprendente.  

Por dicha razón hay dos elencos. Yo asistí a la función el domingo pasado en la que Jennifer Moreno y Adriana Reséndiz Seguro mostraron su versatilidad y talento. La compañía Teatro ReNo tuvo que buscar mucho tiempo a una actriz que estuviera sentada en una silla de ruedas en su vida real antes de dar con Karime Alonso. De hecho, ella junto a Fernanda Benítez son las que darán la última función de esta tercera temporada (Capilla, Círculo teatral, Sala Novo), que se ha ido enriqueciendo a lo largo de los años (desde el 2013 año en que se estrenó). Así que existen dos versiones o interpretaciones de la obra que valen la pena.

En la puesta la iluminación tiene un papel importantísimo, dado que la imagen escénica parte de la obscuridad, de la famosa cámara negra. Algunos de los objetos se animan con un efecto especial de luz neón: como dos pares de zapatos que bailan o como las dos calacas que remedian la sed en el desierto con una tuna. La compañía Teatro ReNo entendió que las obras para niños requieren sobre todo de mucha acción. En escenas como de las dos amigas que hacen una carrera en el desierto cautivan especialmente a los jóvenes espectadores. Las caras graciosas de Adriana y Jennifer provocan más de una risa.

Y aunque la trama es sencilla y fácil de seguir, hay huecos suficientes que el espectador se tiene que explicar por su propia cuenta. El hecho de que sean dos músicos (José Carlos Cruz y Guadalupe Cruz) que tocan en vivo durante la función; enriquece notablemente la puesta en escena. No es lo mismo sentir de cerca a los instrumentos que te ponen a vibrar a que solo escuches una grabación, explica Adriana Reséndiz. La música activa desde la primera canción cantada en náhuatl, sobre el crecimiento de un gusanito que se convierte en mariposa, hasta la última canción de cuna de origen mixteco.

Desde mi punto de vista fue la decisión correcta por parte de Ray Nolasco apostar por el material vivo, es decir los actores. Los participantes de este proyecto son todo menos gallinas; pues se mostraron valientes al tomar el riesgo de plantear toda una puesta a partir de dos sillas. Nos muestran que la silla de ruedas no tiene por qué ser una limitante o frontera; al contrario, la actoralidad puede superar estos obstáculos. Para la compañía fue importante hacer un trabajo incluyente, incluyente como lo es el teatro para niños que permite que toda la familia vaya a disfrutar teatro.  A correr a la última función y gallina el que no llega.


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