Pum, pum, pum, pum. Se escucha el latido de dos corazones destinados a encontrarse y acompañarse para toda la vida. En Corazón gordito, del dramaturgo Saúl Enríquez, los espectadores nos conmovemos con una historia de amor entre una madre y sus dos hijas que buscan su lugar en el mundo. Esta obra nos invita al diálogo profundo entre las voces de la infancia, la adolescencia y el mundo de los adultos.

Stela (Meraqui Pradis/Grecia Ricart) y Mango (Dano Ramírez) son mellizas con personalidades casi opuestas, mientras una es delicada, la otra es todoterreno, mientras una ensaya, la otra entrena. Sus características físicas, sus juegos y sus amistades distan tanto que la gente duda de su hermandad, sin embargo, el lazo de amor que existe entre ellas les ayuda a enfrentar los diversos peligros que viven y les duelen desde pequeñas.   

El padre de esta familia está ausente, desapareció cuando supo que dos corazones habitaban el vientre de su esposa, prometió que iría a comprar… no, él no dijo que iría por cigarros, fue a comprar algo más pero no volvió. La madre soltera (Yulleni Vertti) piensa que el destino es un marrano, quizá por eso les inculca seguridad a sus hijas; sin embargo, nunca les advierte de la maldad del mundo. Cree conocerlas muy bien porque las ha visto crecer; pero ¿acaso eso es argumento suficiente? ¿Hasta qué punto una madre puede saber todo sobre sus hijos? ¿O es un autoengaño maternal?       

El actor Alejandro Morales, hace las veces de padre, profesor, borracho y velador. El diseño de vestuario (Giselle Sandiel) refuerza la identidad de cada personaje a partir de pequeños detalles, volviéndolos inconfundibles. “El Pantera”, velador de la colonia, es un personaje sumamente sensible, aunque su rostro no es tan expresivo, nos comparte su historia de vida, nos revela su tristeza y nos demuestra su camaradería por medio de certezas. Su botecito de monedas es un ruido de acompañamiento en los momentos más difíciles de Mango.

La dinámica escenografía (Matías Gorlero y Félix Arroyo) nos envuelve en la calidez del hogar, en el temor de un sitio a puerta cerrada, en la jocosidad de una cascarita callejera y nos arrastra hasta los lugares más sórdidos para susurrarnos una certeza: incluso en lo mancha más oscura, somos capaces de pintar manchitas coloridas. La utilería (Ruth Hernández), tan pintoresca como diversa, nos muestra los micro universos de las hermanas y de la madre, estos se integran para forjar una roca amorosa. Quien quiera pertenecer a esta familia integrada por tres mujeres debe aceptar todas las diferencias que la unen.

Corazón gordito es una obra que rompe con los estereotipos de algunas historias para niños, he ahí la importancia de esta obra de teatro, en ella: no aparece el esquema tradicional de familia, las hermanas se ayudan a crecer, el profesor no siempre es una figura de apoyo, el velador representa la sabiduría de la experiencia, el borracho sabe disfrutar y aplaudir una manifestación artística, la dueña del bar puede conocer mejor a la hija de otra mujer y buscar justicia, etcétera.

La dirección de Angélica Rogel es notoria, los actores interactúan con un ritmo natural y se percibe el trabajo en equipo. Sus movimientos están sincronizados con la música y los efectos de sonido en vivo realizados por Sebastián Savaniegos. Si bien, la obra se presenta en un horario para jóvenes audiencias primordialmente; gran parte del público de la función del domingo 6 de octubre, se conformaba por adultos. Evidentemente lo digo como elogio, independientemente de que acompañen, o no, a un niño o adolescente al teatro; el público quiere volver para regalarse la oportunidad de ver y escuchar las “certezas” del velador.

Corazón gordito se presenta los sábados y los domingos a las 13:00 horas hasta el 17 de noviembre de 2019 (suspenden función el 2 de noviembre) en el Centro Cultural del Bosque. La Sala Xavier Villaurrutia abre el telón para darle cabida a otras realidades dentro de la ficción; porque “todo tiene sentido cuando encuentras tu lugar en el mundo”.

El profesionalismo de Once Once Producciones y la pluma poética de Saúl Enríquez no decepcionarán a quienes asistan a verla. Una obra que inicia con el latido del corazón para encontrarse, debe continuar con él para seguir viviendo. Pum, pum, pum, pum…


Un artículo de Yilletzi Vieyra Vázquez

Fotografías de Paulina Watty

Este artículo se publicó originalmente en octubre de 2019 para la difusión de esta obra

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