La escena teatral mexicana del primer bimestre del año se ha vestido de gala con el Festival Internacional de Teatro Universitario. Organizado por la Universidad Nacional Autónoma de México, la 27o edición del evento —realizada del viernes 7 de febrero al 16 del mismo— ha organizado bajo cinco etiquetas a 24 compañías compitiendo por seis categorías desde los niveles educativos de bachillerato hasta egresados de licenciatura independientes. Así, ha congregado a más de 500 actores, directores, profesores, escenógrafos, vestuaristas, iluminadores y técnicos de distintas partes del país, así como de Argentina, Canadá, Chile y Estados Unidos.

Abierto, plural e integrador el Festival ha sido cerrado con el Manifiesto 2020 en cuya base argumental se pueden bien notar los criterios seguidos en las decisiones del jurado en torno a las obras ganadoras de las categorías, así como para la organización de seminarios, talleres, conferencias, exposiciones y ciclos de lecturas dramatizadas.  

Si al teatro se asiste en búsqueda de una crisis, el festival ha permitido expresar varios aspectos de la crisis del teatro nacional mexicano. Rompiéndose una pierna y dejando gran cantidad de mierda distribuida por el CCU, organizadores y ejecutantes han dejado claro que el éxito del festival reside la variedad de estilos, temas y poéticas teatrales que vitalizan el fenómeno teatral de las dos primeras décadas del siglo XXI. Se han presentado realidades ficticias en torno a los ejes temáticos de la migración de los pueblos, la violencia de género y feminicidios materiales y simbólicos; el desenmascaramiento de las técnicas de creación textual y de teatralización, lo mismo que otros problemas relacionados con todo el aparato de creación teatral. “…para qué queremos conflicto” menciona un personaje de las obras ganadoras cuando el conflicto se tiene debajo de los escenarios e involucra real, romántica y existencialmente a los espectadores.

Si bien en todas las categorías hubo expresiones de gran calidad por cuanto el compromiso y dedicación de los integrantes se pudo notar, fue la categoría C4, aquella compuesta por compañías de recién egresados, dirigidos por un profesor la que más riqueza ha mostrado, ya que ha incluido en las cuatro finalistas el grueso de los ejes temáticos arriba mencionados a los que se sumaron de manera expresa temas y autores clásicos, realistas y naturalistas, de vanguardia, asuntos fantásticos e infantiles. Othello del Colegio de Literatura Dramática y Teatro de la FFyL de la UNAM; Los signos del Zodiaco de la UAEMEX;  Alphonse del INART, Guadalajara; y Ella miró un pájaro blanco cruzar el cielo y pensó que era una gaviota de la UAEMOR, Morelos fueron asombrosamente aplaudidas por la magnífica expresión de teatralidad mostrada en los actores, escenografía, iluminación y dirección, tanto por sus seguidores como los asistentes cotidianos al Centro Cultural Universitario.

Podrías causar polémica la decisión del jurado en torno a la victoria de la compañía El último intento dirigida por Sixto Castro Santillán. Sin embargo, varias son las virtudes de su propuesta. Por medio de un texto posmo de Juan Carlos Franco —reduzcamos el nombre a La gaviota—, el director centra su energía en el desmantelamiento de todo el aparato de construcción teatral actual dejando al espectador con la idea central del festival. Es necesario revisitar la realidad histórica, no para cuestionar a los personajes que se pierden en el tiempo, tampoco para dejar que sus voces sean ecos en pasillos en los que aparecen imágenes borrosas de problemas que se evaden; ni para enfatizar que las pasiones humanas son inasequibles por los débiles de espíritu. En realidad, La gaviota de El último intento es una crítica a la hipermediatización de problemas ante los cuales la sociedad —en todos los niveles y quehaceres que se quiera— parece estar anestesiada. 

Finalmente vale decir que La gaviota interpretada por Alegría León Yessenia; Lystrea M. Arrollo Meza; Itzel G. Jardón, Israel G. Rojas;  Pablo F. Juarez Ramírez; José V. Cisneros Chávez; Francisco R. Gallardo; Itzul E. Vera Willimek; Gustavo H. Vergara Hernández y Citlally V. contiene y reminiscencias a la poética de un texto base en torno al que el trabajo de los actores permite seguir claramente el enérgico y sistémico empuje en el arte teatral por cazar y acertar en sus expresiones de existencia. Y qué es el manifiesto 2020 si no una serie de ideas encadenadas por abrir nuevas posibilidades de existencia a través del arte teatral y de la vida de la cual se nutre, al fin y al cabo, esta última puede ser cualquier cosa que la opinión pública o privada dicte, o bien tan sólo sea La gaviota; o bien, quizá sea sólo el intento de la primera generación de egresados de la carrera de Teatro de la UAEMOR para darle dignidad y prestigio a su esfuerzo, a su programa académico, al compromiso de sus profesores. 

Comentarios

Aún no hay comentarios. ¿Por qué no comienzas el debate?

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *