La dramaturgia de Moscú propuesta por Aurora Cano integra distintas voces femeninas en búsqueda de la felicidad y tranquilidad en tiempos modernos. Sin dejar de lado discursos feministas adyacentes cuyos puntos de vista pudieran desarticular el principio dramático de la pieza, la directora logra un conjunto visual y sonoro íntegro, el cual parte de la alienación de las personajes y termina por unificarlas en uno solo, colectivo y polifónico. El bombardeo informativo, al cual están expuestas sus personajes y el espectador, quien también participa en la obra, son el eje principal de una acción dividida en tres partes que se extiende a lo largo de los más de XXV cuadros en los que se desarrolla la acción.

Pues resulta que si acción en este modelo posdramático, aunque no se quiera; y aunque no se pretenda resolver un conflicto de facto y todo quede en pura intención de acto. Poner ante los ojos y oídos del espectador a tres mujeres que pretenden escapar de su realidad histórica es ya de por sí hacerlo trizas por la intolerancia, dicen, que se tiene al observar la realidad desde la perspectiva del ser huma “afásico” o “discapacitado”, pero como se menciona diplomáticamente desde nuestro siglo XXI para no herir susceptibilidades. “especial” o con “capacidades diferentes”. Cuando la realidad misma nos ha vuelto insensibles, entonces se llora, ríe, solloza frente a un fenómeno artístico cualquiera que este sea.  Sin embargo, en el caso de Moscú no se sabe si llorar o reír, si escapar o quedarse y hacer frente al acto creativo que puntualiza de manera epigramática la gran cantidad de mierda acumulada en la vida de la ficción y metaficción teatrales, así como en la extensión hacia la realidad de los asistentes que propone la invasión escenográfica.

Pero no he dicho nada de Chejov. Esto es una comedia negra. “¿A quién le interesa Chejov en la 4T?”. Masha, Olga e Irina comenzaron a sufrir a partir de 1901 en la Moscú de Chéjov. Y ahora la Moscú de Cano se las ha tragado en un proceso de inversión lúdica como sólo puede permitírsele a una creación ficcional. Cuestionar el sufrimiento y la creación, el lugar público o privado del ser femenino desde el interior de la obra de arte puede ser cuestionable; sin embargo, acá no se resuelven preguntas que lo serían de un diván. Y el asunto se vuelve a la existencia de todo cuanto rodea al ser femenino. Su ser privado y social en distintos niveles de reconocimiento se manifiesta por medio de en uno de los mejores catálogos de tipología femenina -si se quiere literaria o teatral- que se ajusta a la realidad corriente hasta el siglo XXI. 

Del susurro al grito. De un tiempo y espacio a otro. De los detalles de iluminación ámbar a los neones. Una vez que se ha establecido por medio de un ritmo dramático intenso una serie de etiquetas amargas, denigrantes, incómodas; risibles, reales, románticas; esotéricas, ecológicas, políticas; todas asfixiantes para las tres actrices —Carmen Mastache, Tete Espinoza y Tamara Vallarta—, queda claro que ver la realidad desde la perspectiva de Moscú es mirar la devastación de la sociedad femenina en un país en el que a las mujeres y los niños son los sectores sociales más golpeados. No existe sustancia hipoalergénica que las proteja de la existencia. 

Bien pueden cuestionarse todas las líneas anteriores. Pero, para el discurso teatral del segundo cuarto del siglo XXI, vale decir que Moscú invita a la relectura del teatro que hemos venido leyendo, creando y consumiendo desde tiempos remotos, así como a la revitalización de su función ideológica, ya sea tradicionalista o de vanguardia. En Moscú no hay horizonte, pues Moscú le devuelve a la realidad la desesperanza que requiere que esas tres actrices mueran en la escena de la ficción como en la escena de un país que se nos cae a pedazos.

AVE

Fechas: 23 ENE / 8 MAR

Teatro: El Galeón (Centro Cultural del Bosque)

Horario: Ju, vi, 20 h. / Sá 19 h. / Do 18 h

Público: Mayores de 16, teatreros y no teatreros. Costo. $ 150 (Descuentos: estudiantes, maestros, 3aedad, y otros con credencial)

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