Realizar una adaptación de cualquier texto clásico para colocarlo en un escenario no es cosa fácil. Se tiene, por un lado, la posibilidad de seguirle los pasos al objeto literario únicamente como si fuera un guion o intentar hacer con él un dispositivo reconstructivo. En cualquier caso, recuperarlo clínicamente o realizar modificaciones o evasiones al texto puede tener consecuencias que no dependen tanto de las decisiones del director como de las expectativas del público asistente a los teatros. Este, si puede dividirse en aquél que ha tenido contacto con el objeto literario y en aquél que no, posee más o menos referentes para exigirle a la dirección o a los actores de la compañía una realización escénica que lo haga involucrarse, recordar o superar aquella experiencia de lectura -si se ha tenido previamente-.

Sin perder de oído que se trata del lenguaje utilizado por Gonzalo de Rojas en su versión original, Rosenda Monteros acierta pues no es un lenguaje de museo el que se interpreta en su adaptación. La noble recuperación de los núcleos dramáticos -narrativos si así se prefiere- precisos son claramente asequibles en los diálogos de los personajes; le proporcionan a la puesta un ritmo estable y dinámico que permite la fácil comprensión de lo que acontece en el escenario. Así, se entiende que claramente el espectador presencia la historia básica de dos enamorados cuyo amor es irrealizable más allá de que todos mueren al final.

Sin embargo, los detalles de la versión de la Celestina de Ruby Tagle ejecutada por la Compañía Nacional de Teatro son una efectiva propuesta que integra a distintos tipos de públicos y expectativas, agregando un dispositivo escenográfico y coreográfico que le proporciona a la historia de los amantes desgraciados una riqueza visual encantadora. Es decir, pone a prueba al espectador, exigiéndole que haga una lectura espacial agregada a la escuchada en  trabajo textual. Y no es que queden de lado los personajes principales de la obra o que se ignore por completo a los personajes secundarios. Por el contrario,  Celestina —Laura Padilla—, Calisto —Misha Arias—, Melibea -Paulina Treviño-, así como los personajes secundarios Pármeno —Adrián Aguirre—, Sempronio —Eduardo Candás—, Areusa —A. Paola Laiza—, Lucrecia —Azalia Ortíz—, Elicia —Pilar Padilla— habitan un universo creado por medio de perspectivas geométricas que permiten la presencia escénica de lo que espacialmente pone de conflicto la misma obra de Rojas. La disputa entre el cielo y el infierno por las almas que habitan esta tierra y que son el devastador final para Pleberio —Gastón Melo—.

Finalmente resta por decir que no hace falta una actitud purista para recibir con buen ánimo la representación escénica de un documento histórico literario teatral de la lengua española sobre el cual los especialistas siguen discutiendo sus virtudes de teatralidad, sus contenidos ideológicos o filosóficos, la importancia de las creencias esotéricas o el valor de la mujer en la Edad Media y el inicio del Renacimiento.  Todo este agregado cultural no necesita saberse para cuestionar la licitud de las relaciones humanas y los estatutos e instituciones que regulan la existencia.

Del 19 febrero al 6 de marzo

Teatro Julio (Centro Cultural del Bosque)

Martes a viernes 18:00 hrs

Mayores de 15 años

2 comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *