Toda persona que se dedica a la fabricación y la animación de títeres sabe que estos seres en miniatura tienen un valor emocional para su dueño o constructor que no se puede medir en dinero, dado que cada muñeco es único y nació de una forma especial. En Las aventuras de Buratino, representada por la Compañía Teatro MUF en el Teatro Sergio Magaña, se transmite algo de este conocimiento sobre la construcción y la vida misteriosa de los títeres. Basado en un cuento del escritor ruso Aleksey Konstantinovich Tolstoy, el director búlgaro Mihail Vassilev hizo una adaptación escénica que atrapa tanto a los pequeños como a los grandes espectadores.

El manejo de las marionetas con hilo es un arte en sí ya que requiere de mucha destreza por parte de los manipuladores. Las aventuras de Buratino cuenta la historia de Papa Carlo (interpretado por Leobardo Márquez), un constructor de títeres quien, a pesar de su querer, vende sus últimas creaciones. Entre ellas se encuentra Malvina, una niña hermosa con cabello azul y un canto inolvidablemente dulce (Lory Fuchs), Pierrot, un payaso de cara triste, dos acróbatas, una bailarina y un perrito peludo (Guillermina Pérez). El señor antipático (Miguel Ángel Morales) y nuevo dueño de las marionetas, las explota, las maltrata y desea impresionar al rey con una función especial. Mientras tanto, Papa Carlo construye un nuevo títere llamado Buratino. El nuevo hijo de madera es valiente y emprende un viaje a fin de recuperar a sus hermanos titiriteros. Para ello tiene que encontrar una llave dorada y abrir
una puerta secreta. Las aventuras empiezan…

Los atractivos muñecos fueron diseñados y creados por Silva Bachvarova (en Bulgaria). Dentro de la ficción Papa Carlo lo advierte: “Las marionetas hay que tratarlas con cuidado”. En Las aventuras de Buratino se enseña paso por paso el proceso de construcción de un títere. Primero, es sólo un pedazo de madera, después se tallan la cara y las articulaciones (manipulación directa por tres actores, aprende a hablar) y finalmente se colocan los hilos (el niño aprende a caminar). Estas escenas son especialmente entrañables porque se hace explícita la relación de interdependencia que existe entre el humano y el muñeco. En el caso de Buratino, él mismo decide cómo quisiera ser, con boca grande, como si tuviera una voluntad propia. Su nariz larga recuerda a la de Pinocho, y seguro se hizo en homenaje al autor italiano Carlo Collodi.

En ambas obras, un carpintero descubre sus sentimientos paternales. Este lazo afectivo suele ser fundamental para que el trabajo del titiritero florezca. A partir de la dramaturgia, Las aventuras de Buratino se plantea como una obra con una técnica
mixta, es decir hay personajes humanos que interactúan con personajes títeres en un mismo nivel de ficción. En algunas escenas, la atención queda completamente en los muñecos animados como en la escena de Buratino y el ratón. Los cuatro actores tienen la posibilidad de mostrarse versátiles, ya que a cada uno le tocan varios papeles y voces. Un especial encanto tiene un puño apretado que se convierte en la cabeza de una tortuga.

La escenografía giratoria es ingeniosa, pues representa a la vez la casa de Papa Carlo, el castillo y en un momento el pantano. Por un lado es funcional, porque los títeres tienen un pequeño podio y los actores pueden desaparecer detrás de los espejos; pero por otro lado, la misma construcción disminuye el campo visual y reduce el dispositivo escénico. Al estar encima del escenario alto del Teatro Sergio Magaña, se crea una mayor distancia con el público y los títeres y actores quedan —para mi gusto— algo alejados y escondidos.

La musicalización se merece una mención especial, las canciones y pequeñas coreografías (Miguel Ángel Morales) enriquecen la puesta en escena, la vuelven más redonda. Es cierto que los títeres con hilos tienen su propio ritmo cuando caminan. (p. e. como son pequeños tienen que dar más pasos.) Es fascinante ver el dominio o habilidad gestual de los títeres, gracias a sus manipuladores. Malvina puede abrir y cerrar coquetamente sus párpados y Buratino mueve la boca. Sin embargo, en momentos el ritmo de la puesta es algo lento y el texto repetitivo.

Los niños tecnologizados de hoy están acostumbrados a una velocidad más rápida. Entiendo el gesto de querer enseñarles a los niños y también a los adultos a detener la mirada, a ser más pacientes. En su totalidad es un trabajo verdaderamente hermoso y “bonito” (como escuché decir otro padre). El grupo llegó a crear una poesía visual y auditiva. La larga trayectoria de la Compañía Internacional de Teatro Mihail Vassilev se deja adivinar.

Teatro MUF cumple más de tres décadas, casi como el Teatro Sergio Magaña que se inauguró en 1991. Es una coincidencia curiosa: el director del teatro en la colonia Santa María la Ribera es también una especie de Papá Carlo en la vida real. Igual que un constructor de títeres ama a sus figuras, el maestro Luis Chavira Alva ama a su teatro. Con instinto paternal acobija a todas las compañías que entran en su hermosa sala, por cierto cuyos murales fueron pintados por Jorge Vicario Román. En su casa no hay hijos predilectos, pero esta vez se sintió especialmente orgulloso por recibir un trabajo de tanta belleza y calidad.

(23/11/2017)

Una reseña de Dorte Jansen

Foto de portada: Mihail Vassilev

“Las aventuras de Buratino” de Aleksey Konstantinovich Tolstoy
Adaptación y dirección: Mihail Vassilev
Actuaciones: Miguel Ángel Morales, Leobardo Márquez, Guillermina Pérez y Lory Fuchs
Teatro Sergio Magaña (cerca del Metro San Cosme)
Del 11 noviembre al 10 de diciembre
Sábados y domingos 13:00h

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