La ciudad de Jerusalén se ha visto envuelta en una ola de violencia desde mediados de abril; coincidiendo con la celebración musulmana del Ramadán. El pasado lunes, se suspendió la llamada “Marcha de la Bandera”; fecha dónde la comunidad israelí marcha por las calles de la ciudad para recordar la toma de la parte oriente de Jerusalén por Israel en 1967.
A pesar de la suspensión, ordenada para evitar estallidos de violencia; las fuerzas armadas de Israel se presentaron de igual forma a las afueras de la mezquita Al Aqsa, con la supuesta intención de reprimir a civiles palestinos que se habían atrincherado en espera de la marcha. Los enfrentamientos dejaron un saldo de 300 heridos.
Ante la persistencia de ataques hacia civiles musulmanes, la organización Hamás respondió al ejército israelí lanzando cohetes hacia la ciudad de Tel Aviv. Ante esto, Israel respondió bombardeando la franja de Gaza; por primera vez desde 2014. Hasta ahora se cuentan por lo menos 20 personas fallecidas, incluyendo niños.
Las tensiones en la antigua ciudad se han potenciado por la posibilidad de que familias palestinas asentadas en el barrio de Sheikh Jarrah sean desalojadas por colonos judíos; quienes aseguran poseer legalmente las viviendas. Esta situación persiste desde 2009 y el gobierno israelí se mantiene al margen; promoviendo la idea de que se trata de un conflicto entre inmobiliarias privadas.
Al albergar en sus muros a centros religiosos importantes para las religiones cristiana, judía e islámica; Jerusalén es una ciudad que históricamente ha sido atravesada por conflictos de conquista y re-conquista territorial.
Estados Unidos es el único país que reconoce a Jerusalén como capital de Israel. En el año 2017, el ex presidente Donald Trump anunció este reconocimiento de forma oficial; generando el desconcierto de la comunidad internacional y alimentando las tensiones entre Israel y Palestina.
Con información de DW, BBC y Reuters
Foto de portada: Hosny Salah
