“¿Si yo no tengo derecho a hablar sobre mi madre,

entonces quién?”

Compuesto por un tríptico de obras, y gestado durante los últimos meses del confinamiento, Giannina Ferreyro coloca Sangre y madre en el Cilclo Brujas. Las otras dos obras que integran el pequeño volumen: A la orilla del mar de Wendy Hernández y Un barquito en la pared de Itzel Villalobos pronto ocuparán los espacios del Foro Shakespeare; por ahora, la obra vigente, en escena, es la primera de las mencionadas y es harto estimable.

La madre de Kimbra y Maite padece una profunda depresión que ha durado poco más de diez años. Obliga a sus dos hijas a cazar alimento para ella; Kimbra, después de un tiempo, se revela a los deseos de su progenitora; mientras tanto, la pequeña Maite trata de comprender la realidad. Wendy Hernández toma las riendas de esta dinámica familiar elaborada por Ferreyro y propone una representación en la que profundiza sugerentemente sobre la manera en la que pérdidas, reales o simbólicas, construyen identidades que difícilmente se integran a la sociedad tradicionalista a la que pertenecen. Tanya Y. Mayren (Madre), Camila Acosta (Kimbra) y Armida Monjardin (Maite), por su parte, realizan un impresionante trabajo de expresión y caracterización de su personaje.

Si bien, el conflicto familiar es sencillo, en lo profundo, la red de relaciones entre las tres mujeres es un llamado enérgico a la reflexión, planteado como una historia híbrida fantástico-realista detrás de la que no se halla un final feliz.  De la incomprensión y desencuentros entre las personajes, durante el desarrollo, la representación saca al espectador de su zona de confort, mostrándole continuamente la amargura que produce ese “sueño interminable esto de no morirse” cuando una madre se desborda en la locura.

No es fortuito, en este sentido, el anclaje de las personajes al entorno y tiempo que las obligan a tomar decisiones dirigidas a privilegiar la satisfacción de otras personas antes que la propia. Aquí conviene preguntar con ellas ¿quién es el monstruo? en torno a las relaciones amorosas consanguíneas que las unen y que, al mismo tiempo, se representan como critica al tradicionalismo del que son herencia inapelable. La metáfora del canibalismo y vampirismo que caracterizan a la madre de las dos pequeñas manifiesta la expresión de la necesidad enfermiza de esa sociedad impositiva y poco dispuesta a educar a sus hijas con otros modelos que operen sin la figura paternal o que consideren la madurez de las mujeres como un proceso que comienza en la infancia y cuyas prácticas no integren la repetición de patrones violentos.

Hay mucho más que agradecer a esta bella propuesta de Wendy y las integrantes de Frutos Rojos porque alza la voz decisivamente a favor de la sororidad que hace falta en nuestros días para que los cambios, en torno a la integración de colectivos feministas y concepción de la integración familiar que son necesarios se realicen; para no perpetuar un sistema de relaciones sociales que se trague a sus hijas con el falso discurso que repite “no te voy a abandonar como lo hizo tu hermana”; finalmente, por colocar a la vista pequeños proyectos teatrales cuyas características textuales y espectaculares, como en este caso, destacan por su calidad y riqueza estética, en la que se conjuga un discurso sólido con elementos visuales, expresivos y musicales que plantan cara a realidad sin negarla, sino abriendo ventanas para cuestionarla.

AvE

10 – 20 marzo

Foro Shakespeare

Jueves, viernes y sábado

20:00 hrs.

Edades: 15+

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