El 17 de octubre de 2019 se presentó la novela “Nubecita” en la librería Rosario Castellanos del Fondo de Cultura Económica. Las exponentes fueron Ana Clavel, Fernanda Solórzano, Dorte Jansen y la autora. Moderó Jimena Zuga (editora de Nieve de Chamoy).
En realidad la revelación de Nora Coss no me sorprendió, al enterarme que ganó el Premio Juan Rulfo 2018 para Primera Novela, estaba segura de que se trataba de una joya o tal vez cabe mejor decir “bomba”. Desde que comencé mi investigación sobre dramaturgas mexicanas, Nora Coss ha sido siempre una de las voces más sobresalientes por muchas razones: por su intelecto, su perspicacia, su preocupación por la forma y estructura de sus textos, su sentido del humor, su sarcasmo, su nadar en contra de la corriente y, por su supuesto, por su franqueza. Tanto en la vida privada como en la vida profesional, Nora Coss te dice o te dirá “la neta” porque simplemente no sabe mentir. Siempre expresa lo que piensa –sin auto-censurarse– aunque a veces eso le puede traer desventajas. Esta virtud poco común en la cultura chilanga la heredó también a la protagonista de “Nubecita”. A través de la voz de la yo-narradora de su novela se percibe de cierta forma la habitual audacia y honradez de Nora. También el vocabulario –un lenguaje bastante coloquial– no está demasiado alejado de ciertas expresiones que suele usar la autora.
Desde hace más de una década, la oriunda de Sabinas, Coahuila, se ha tomado la escritura muy en serio; busca constantemente mejorar y crecer; moldea el lenguaje como pocos y pocas. De ninguna manera es una autora ensimismada, ya que lee y comenta con entusiasmo el trabajo ajeno, dialoga con los más grandes de la literatura universal y va seguido al teatro para ver y analizar lo que hacen sus colegas. ¡Sería una excelente crítico de teatro! En la actualidad, el oficio de la escritura es quizás lo que más o mejor caracteriza a Nora Coss: vivir para escribir y, si se puede, vivir también para llevar a escena sus propias obras.
Paul Valery afirmó: “Cada átomo de silencio es la posibilidad de un fruto maduro.”
En efecto, Nora Coss mantuvo la escritura de su novela en silencio: cuenta que la primera idea le llegó en 2012 y le metió el punto final tras un año de correcciones en 2017. El resultado de 5 años de paciencia y perseverancia es un “fruto maduro” con un estilo literario impecable. En “Nubecita” nos presenta la composición hábil y madura de la voz narrativa de una adolescente: elocuente, irónica, retadora e inteligente. Se trata de Eliana, la mayor de dos hermanas, que es caracterizada por estar obesa, por tener baja autoestima, por ser competitiva y religiosa. Se muestra, además, constantemente hambrienta de amor y atención. Por eso se alimenta de hamburguesas, molletes y de la idealización de su padre.
“Mamá decía que yo era la consentida de papá, y yo decía que Pili era la consentida de mamá. A mí siempre me dio igual a quién quería más mamá, pero papá era mío. Mamá nunca fue una digna adversaria, yo siempre tuve muy claro que ella era el trofeíto que a papá le gustaba presumir –el único que tenía— Su patita de conejo que colgaba en el retrovisor del carro, un amuletillo ahí medio mono, su souvenir del país de “princesas a precios accesibles”. No más. Mientras yo era el verdadero amor de su vida.” (Coss, Nubecita)
Como dramaturga experimentada Nora supo armar los múltiples conflictos de su novela con maestría. El primero surge en el momento en que Eliana ve que en la pared del taller de su padre cuelga erróneamente la foto de su hermana Pili en vez de la suya. A partir de ese descubrimiento la narradora se obsesiona con la idea de que la hija preferida de su padre sea su hermana. El conflicto se tensa cuando los padres deciden construir un nuevo cuarto que será destinado a la hija mejor portada, lo cual refuerza la rivalidad entre las hermanas. Pero también la persona encargada de llevar a cabo las obras del cuarto provoca nuevas tensiones: el “Compayéctor” muestra demasiado interés por la madre y viceversa. Para colmo, el único y mejor amigo de Eliana es un sacerdote lo cual escandaliza al vecindario entero. La acumulación de conflictos entre los miembros de la familia hace que la acción avance en todo momento y que el lector no pueda soltar la novela. Como en una obra de teatro todos los personajes tienen un deseo bien definido: Eliana desea a su padre; el padre desea carne joven, Pili, el cuarto nuevo y la madre, reconocimiento y “cogerse” al amigo.
La autora envuelve hábilmente su crítica contra una sociedad plagada de doble moral y lo logra a través de la mirada de su protagonista. El primer tabú se rompe en el momento que Eliana habla tan francamente de sus celos. Por lo general, se trata de un sentimiento que la mayoría de las personas reprime, ya que nos enseñaron que está mal visto ser envidioso. Sin embargo, Eliana nos empapa con sus celos y provoca que uno como lector se enfrente a sus propios demonios, estos celos que yacen ocultos.
Una crítica clara se ve reflejada en el personaje de la madre cuya ambición económica y cuyo deseo de adquirir más prestigio social están por encima del bienestar de sus hijas. Otra perversión desmantelada es la manera en la cual el padre de familia muestra su afecto por las dos hijas: confundiendo y mezclando el amor con el deseo; y el cariño con el coqueteo. Por eso no sorprende que en este mundo pervertido sean las niñas precoces las que provocan y seducen a los hombres adultos.
Eliana en algún momento se cansa del mundo ruidoso e hipócrita que la rodea y decide enmudecer. Las estrategias narrativas de “Nubecita” son tan variadas que es difícil resumirlas. La autora prestó mucha atención a la descripción de los espacios y de las atmósferas auditivas; de hecho, al comienzo propone al lector seguir una playlist en Spotify. Y todo ello para corroborar que nos encontramos ante una escritura sumamente sensorial. En la novela se esconden diversas reflexiones, por ejemplo, una de ellas sobre la obesidad y sus causas y consecuencias psicológicas. Otro tema implícito es la exclusión: ¿qué es primero, el sentirse diferente a los demás, el no encajar, o sentir un rechazo permanente por no cumplir las expectativas?
La lectura de “Nubecita” deja la cabeza volando. Al final esa nube obscura, –tan franca y a la vez vulnerable– ayuda a purificarnos, a soltar nuestros demonios. Si Dios existiera, se sentiría muy feliz de ese resultado y Nora Coss sería su nueva hija consentida.
Ciudad de México, el 17 de octubre de 2019
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