Desde hace poco más de dos décadas, a la vuelta del cambio de milenio, surgió un fenómeno sumamente interesante donde jóvenes de comunidades originarias han retomado y exaltado sus lenguas, junto con sonidos e instrumentos propios de sus tradiciones culturales; para crear una multiplicidad de fusiones de músicas originarias que combinan las sonoridades locales con una variedad de ritmos globales.
Estos van desde el rock, heavy metal, punk, hasta el rap y Hip-Hop. También han recurrido a las baladas, los ritmos del ska y funk, incluso la murga sureña y hasta ritmos tropicales; todos con la particularidad de componer e interpretar sus novedosas creaciones en sus lenguas originarias y en ocasiones intercalándolas con el idioma español.
Son jóvenes y adultos que crecieron integrados y empapados de las antiguas tradiciones que son parte de sus comunidades y que persisten a lo largo de los siglos. A pesar de las adversidades, han conservado una cosmovisión, una serie de creencias y de prácticas que se transmiten de generación en generación y que conforman su mundo o universo particular.
Dichos jóvenes, desde niños se integraron a prácticas comunitarias como las fiestas tradicionales, las cuales conllevan varios tipos de músicas y danzas especiales de las fechas a celebrar. Sin embargo, también se percataron de lo expuestas que resultan sus culturas ante la inminente voracidad del mundo global, capitalista y mercantil; donde se busca un consumo unificado e incluso aniquilar la diversidad.
Por ello, decidieron tomar cartas en el asunto y retomar los elementos que les provee el mundo global, pero adecuándolos a sus propios contextos. Así, a lo largo y ancho del territorio nacional, surgieron una variedad de grupos de rock, comenzando desde las selvas chiapanecas hasta las costas de Sonora.
Las bandas pioneras
Las primeras agrupaciones se integraron con jóvenes tsotsiles: Sak Tzevul, que se traduce como ‘Relámpago Blanco’, creando composiciones de rock en su propio idioma; y por otro lado surge desde las costas de Sonora Hamac Caziím, que quiere decir Fuego Divino, quienes retomaron sus antiquísimos cantos tradicionales y con el permiso de las autoridades locales, el Consejo de Ancianos Comcaác, los fusionan magistralmente con ritmos de hard rock y heavy metal.
Ambos grupos, creados a mediados de la década de 1990 – con el firme objetivo, según sus integrantes, de fomentar el uso de sus lenguas entre las nuevas generaciones, así como el apego por las tradiciones – se conformarían como los pioneros del movimiento; el cual seguiría creciendo y creando una serie de sonoridades nunca antes escuchadas, ni lejanamente percibidas o incluso imaginadas. Esta fue la semilla que brotó e impulsó el surgimiento de más grupos de fusiones de músicas originarias.
El movimiento en México
A la fecha podemos conocer agrupaciones tsotsiles como Lumaltok (Niebla entre la tierra) intérpretes de rock -blues, el cual han denominado Psychodelic-pox-blues; Slajem Kop (Última palabra) Hip-Hop en tsotsil y español; Vayijel (Animal guardián) fusión de rock y metal con música tradicional tsotsil; La Sexta Vocal quienes crean ska y rocksteady en idioma zoque; todas estas bandas originarias de Chiapas.
Chan Santa Roots reggae maya; Venado Azul hoy (Wirikuta Azul), fusión de ritmos tropicales y música huichol; Eleven Project fusión de ska y ritmos balcánicos en idioma pur’epecha; Tzitzimitl heavy metal en nahuatl ; Issac Montijo y los Buayums composiciones en idioma mayo yoreme; La Murga Xicohtl fusión de balkan y carnaval en nahuatl ; Cuautli Rodríguez intérprete de fusiones en náhuatl y Jta Fatee cantautora mazateca; sólo por dar un ejemplo.
Además, otras agrupaciones que recurren a instrumentos musicales de las culturas prehispánicas como los pioneros Tribu de la Ciudad de México; Yodoquinsi, también de la capital; Jonaz Chichimeca, originarios de Guanajuato; y el joven Sócrates de la etnia comcaác, quien aplica sus estudios en danza contemporánea a coreografías ambientadas con sonidos electrónicos e inspiradas a partir de su entorno.
A toda esta variedad de expresiones habría que sumar también a los grupos y solistas que hacen rap y Hip-Hop; ya que desde estos ritmos también se ha dado un movimiento importante de composición desde las lenguas originarias. Así, tenemos a Ceiba Flava Hip-Hop maya; Pat Boy quien hace rap en maya y español, e inclusive ha conformado el colectivo ADN Maya para congregar a otros jóvenes raperos mayas; Mare Advertencia Lírica, rapera zapoteca; El rapero de Tlapa, rap tlapaneco; Ometotl, Hip-Hop nahua de la montaña de Guerrero; Juan Sant, rapero totonaco; Zara Monroy, rapera de la nación comca’ac; Yune Vaa, rapero cuicateco; Gil Navor, rap mazahua; Juchirap, colectivo zapoteco; Kipper, Morales y Xéti Ndá Jnio, raperos mazatecos.
En América Latina y otras latitudes
El fenómeno de las fusiones de músicas originarias se extiende más allá de las fronteras nacionales; tanto en Latinoamérica como a escala global, existe una gran variedad de este tipo de expresiones. A manera de ejemplo podemos mencionar a los norteamericanos Sihasin que significa ‘Esperanza’ en idioma navajo e interpretan rock navajo y a Snotty Nose Rez Kids, raperos haisla de Canadá; además del importante movimiento en los Estados Unidos que congrega a Hip-hoperos de distintos grupos étnicos, quienes organizan el Native Hip Hop Festival año con año.
En latitudes hacia el sur tenemos a los peruanos Uchpa rock quechua; Bro Mc´s raperos guaraníes que interpretan en portugués y guaraní; Linajes Originarios, raperos émbera desde Colombia; Tzutu Kan, Hip-Hop maya desde Guatemala; además del importante movimiento de rap y Hip-Hop mapuche que han nombrado Conexión Originaria. Al otro lado del mundo tenemos a The Hu, nativos de Mongolia quienes interpretan un poderoso rock junto con instrumentos tradicionales mongoles. Además, en Europa hay expresiones musicales nórdicas; que también retoman elementos de dicha tradición e incluso los idiomas nativos con algunos instrumentos antiguos, como en el caso del grupo Heilung.
La importancia de estos movimientos
Todas estas expresiones creativas resultan relevantes en el contexto actual, pues son una muestra de cómo a la interculturalidad le pueden favorecer las nuevas tecnologías que han logrado integrar un mundo global; donde podemos tener a nuestra disposición dichas creaciones que, aunque físicamente lejanas, se transportan por los medios electrónicos hasta nuestros oídos que perciben estos fascinantes sonidos, que nos muestran esos mundos lejanos que están ahí, aunque los desconozcamos.
Además, resultan una excelente muestra de la forma en que las poblaciones nativas pueden y están totalmente dispuestas a integrarse a las dinámicas mundiales, dejando atrás la idea tan arraigada que sitúa a dichas poblaciones en esferas totalmente apartadas de las dinámicas globales o urbanas; como si vivieran sin conexión con el resto del mundo, idea que todos estos músicos derrumban tajantemente.
También exponen la fascinante e infinita diversidad humana al mostrarnos mediante la música sus propios universos culturales, sus formas de asumirse, de identificarse y reivindicarse. Sus composiciones nos abren una ventana por la cual podemos asomarnos un poco y entender algo de sus prácticas, tradiciones y cosmogonías, pero también de las dificultades que enfrentan al tratar de integrarse al mundo global; el cual no siempre recibe bien a estas propuestas junto con toda su herencia cultural.
Así, la música resulta un vehículo que nos revela de forma lúdica la gran complejidad de la que somos parte como raza humana. Las agrupaciones musicales mencionadas, sólo a manera de ejemplo, resultan una invitación expresa para abrir nuestras percepciones y expandir la escucha; y así, poder conocer más acerca de otras formas de vida humana.
Un artículo de nuestra colaboradora invitada Edith Regina Escutia Solís, licenciada en etnología y posgrado en antropología social por la Escuela Nacional de Antropología e Historia
Foto de portada por Susana H Frías
Conoce nuestra lista de reproducción de fusiones de músicas originarias aquí:
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Gracias. Un abrazo fuerte desde terreno p’urhepecha!
Yeah!