No hace falta una profunda revisión de los últimos trescientos años de la historia de nuestro país para hacerse una breve, pero sustentable intuición, de que la clase política mexicana es el cáncer de las instituciones que representan a la república.  Todavía más, no se requiere perder mucho tiempo acudiendo a los mensajes de los medios de comunicación para observar el desmoronamiento interno y escasa funcionalidad que caracteriza ese rico, poderoso y pequeño sector social que representa a todos los que formamos parte del proyecto nacional mexicano. Un par de sentencias son sufrientes para mostrar la profundidad de las heridas políticas que heredamos sistémicamente  y que Luis Ayllón retoma de la pieza “Espectros” de Henrik Ibsen para su “Nuestro amado general”.

Añeja, pero eficiente, la propuesta de Allyón recuerda la idea corriente en los teatros nacionales hispánicos que dictaba “si está enferma la cabeza, el cuerpo todo lo padece” siempre que se tratara de una tragedia o una comedia que aparejara las graves consecuencias de los actos de gobierno de una figura pública. A ello se suma una premisa difundida últimamente por John Sneyder, quien recordando al abolicionista norteamericano Wendell Phillips menciona que “el maná de la libertad del pueblo debe recogerse cada día porque si no, se pudre”.

Ambas expresiones, una hispánica, la otra anglosajona, requieren de una mínima explicación retórica y del reconocimiento del salto temporal de los Siglos de Oro al XIX con las consecuencias, todavía visibles de políticas panchistas, hasta la segunda mitad del siglo XXI. El adjetivo “todo” colocado en el segundo hemistiquio del verso aurisecular tanto se refiere al individuo particular como al encargado de hacer que las leyes de una región se cumplan; o bien, al proceso positivista sanitario de disección realizado por un entomólogo para la comprensión de un insecto, así como a la imprecisa tarea de un médico alienista para catalogar la personalidad humana. En cuanto a la segunda premisa, nos colocamos sobre la base de una vigilancia eterna como precio de la libertad.

Con todo su aparato espectacular, el cual va desvelando la descomposición de individuos y estructuras hasta mostrar las cañerías, Nuestro amado general hace eco de sendas expresiones para mostrar una radiografía contemporánea de los fantasmas que contribuyen a perpetuar emociones, ideas y creencias colectivas en torno al Estado, la familia y la moral religiosa mexicanas. El planteamiento de dirección y contribución de Dodo Escenas, Ibsen Scope Grant y Teatro UNAM puesta por la separación temporal de la obra de origen (Espectros de Henrik Ibsen), adaptándola al momento presente, pero conservando la invitación del dramaturgo noruego a que sea el público quien juzgue los actos de los personajes y su relación con distintas manifestaciones culturales de protesta representadas.

Y aquí es donde se vinculan las ideas del pasado con las del presente. Una vez monumentalizada la existencia por tradición de nuestro presente político, uno a uno aparecen en la voz de los personajes los elementos que configuran los símbolos de la sociedad patriarcal opresiva que exige que los individuos gocemos de libertad para alimentar sus causas. De lo público a lo privado, y lacerando lo privado de la cosa pública, el sistema de desmorona por deudas pasadas en cuya simiente sobresale el cinismo y egoísmo que laurea al aparato político y a su lenguaje que manipula y rechaza oposiciones legítimas.

Será por esto último, quizás, que obras de este tono que comparten los escenarios de la capital, gocen a penas de contadas representaciones, pues resulta contingente limpiar los escenarios de despojos que contribuyan a la promoción de reflexiones significativas, mientras que se privilegia, en otros medios de difusión cultural aquello en lo que “todo ocurre de prisa, pero en realidad no ocurre nada”, pues siguen vigentes los abusos de pareja; el machismo; la relación del patriarcado con el crimen organizado mexicano, el Estado y la iglesia; como temas a los que el teatro de Ayllón y otros dramaturgos continuarán plantando cara en el escenario.

Fotos: Ave

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